6 Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí,
7 y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte. 8 Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó. 9 Porque aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos. 10 Y volvieron los discípulos a los suyos. 11 Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro [...]" Juan 20:1-11
Esta historia se situa en el Domingo después de la muerte de Jesús en el calvario. La resurrección fue un evento ya avisado por Él mismo que acontecería al tercer día, entonces, al llegar ese Domingo, los discípulos ya tendrían que ver a su maestro nuevamente con vida.
En esta historia encontramos a tres personajes: Pedro, Juan (el discípulo amado) y María.
Vemos como Pedro y Juan estaban corriendo para ir al sepulcro y comprobar las palabras de su maestro Jesús, hasta jugaron a las carreras hasta su destino. Al llegar, ambos entraron al sepulcro, vieron que Jesús ya había resucitado, creyeron y regresaron a los suyos.
Pero el tercer personaje, que es María, observó a sus dos compañeros, los vio llegar, pasar, entrar y salir del sepulcro creyendo en la resurrección. Pero de cierta forma, eso no le fue suficiente para detener su llanto y tristeza, porque María seguía afuera del sepulcro en su mismo estado melancólico aún llena de frustración.
No fue hasta el final del versículo 11, cuando María tomó la decisión de entrar y ver, y cuando tomó ese paso de fe, vio a ángeles y tuvo un encuentro personal con Jesús, lo que todos deseamos.
"[...] y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro" Juan 20:11.
Qué es lo que esto nos enseña?
María estaba a la puerta del sepulcro llorando por un milagro que ya había sucedido, llorando por una bendición que Dios ya había autorizado y efectuado. María no sabía que Jesús ya había resucitado, no porque no podía tener acceso a esa información, sino porque tuvo miedo de creer verdaderamente en la promesa de Jesús. María simplemente llegó a la puerta del sepulcro y lloró por un Jesús que ya no estaba allí, lloró por una bendición que ya había llegado.
En muchas ocasiones no buscamos saber si nuestro milagro ya está autorizado, porque "no entramos al sepulcro a ver", es decir, porque no hemos creído por completo a la Palabra de Dios, aún hay dudas y un pie atrás, por si eso de la "fe" resulta mentira. Y si oramos por un milagro que nosotros mismos no creemos que llegará, seremos igual que María, llorando a la puerta del sepulcro por un supuesto Jesús muerto en el domingo de Resurrección.
Es momento de dejar de estar en la puerta del sepulcro, y dejar de tener un pie atrás en nuestra fe. Es momento de comenzar a creer en lo que Dios dice, es momento de entrar a ver que Jesús ya resucitó, es momento de comprobar que eso de la "fe" es más real de lo que imaginamos.
Entra de lleno a la Fe, y comprueba tu milagro.
Dios te bendiga.